viernes, 28 de febrero de 2014

Cristina al revés

Si voy a empezar a hablarles de mi tengo que inciar con algo que los mantenga interesados desde la primera frase. Como en las películas. Tal vez lo logre, sólo ustedes lo saben.

Mi vida empezó con la idea de voltearme de cabeza. Sucedió de tal manera que a mi mamá le tuvieron que hacer cesárea una noche de octubre, para que después ella y mi señor padre consumaran la disparatada idea de girarme también el nombre. En honor a mi abuela paterna la señora Cristina, me registraron como: Angélica Anytsírc: Cristina al revés, leído de atrás para adelante, pero con "y" griega, y por si no fuera ya bastante, hay que decir que la tilde la lleva la "i" (dato importante para su pronunciación), a pesar de que muy pocas personas logran decirlo bien a la primera, no me desagrada, de hecho me gusta.

Lo que diré a partir de ahora son letras para llenar la hoja de algunos detalles de mi vida y lo que puedo decir que soy. Soy una viajera incansable y también soy una loca. No de sanatorio mental, no (todavía), pero sí soy parte de la harina del otro costal. Mi mamá Cristina siempre me lo decía. A veces sí soy Cristina al revés y no por llevar la contraria, sino porque giro con frecuencia de lo que algunos llaman "normalidad" hacia hacer las cosas no mal ni bien, diferente. Me gusta hacer lo que me gusta y hacerlo con amor, por ello siempre me comprometo hasta el límite con mis metas. Eso te lleva a tremendos enfrentamientos hasta contigo mismo. A mi me interesa conocer, me gusta viajar, los retos, la cultura, la escritura, la fotografía, la música, el cine, el arte y todo lo que a mucha gente le parece una pérdida de tiempo.

A mis dos años me inicié en la literatura, subiéndome a la tarima en las fiestas del pueblo el día de las madres a declamar un poema que me abuelita me enseñó. Los organizadores le habían dicho a la Güera -así le decían a mi abue- que me darían poco tiempo porque seguía la premiación de las reinas. Recitando "Qué bonita canastita" yo ya entrada en el ritmo, me aventé tres de corridito. De ese día sólo recuerdo la canasta y el vestido blanco con flores rojas que llevaba puesto.

Mi niñez fue normal, como la de todos los niños que juegan, hacen tarea y lloran. Yo no lloraba mucho porque mis papás nunca nos permitieron los berrinches. No tuve nintendo, pero anduve en patines. Y siempre me metí a mi casa más temprano que mis amigas, esas eran las reglas. Las cosas siguieron su curso hasta que crecí y un día desobedecí a mis padres. En lugar de irme a misa con ellos un domingo me fui a Plaza del Sol a despedir a Rigo (mi amor adolescente en aquellos años de preparatoria) se mudaban él y su familia a vivir al extranjero. Santa regañiza obligada y merecida me gané.

Después de mi fiesta de "Quince años" que tradicionalmente me introdujera como señorita al mundo, evento social donde las fotos se revelaron descubriendo mi cara con una seriedad absoluta, no sé porqué siempre que son mis fiestas siento que no soy yo la festejada, se me olvida atender bien a los invitados y me brinco la barda (a veces, literal), supongo que es una condición psíquica. Bueno, tras terminar los dos años y medio de prepa que me faltaban, decidí entrar a estudiar diseño gráfico en la Universidad de Guadalajara. En ese momento empezó la andanza, antes de saber si había sido aceptada y después de presentar el examen de ingreso, hablé con mi papá acerca de la posibilidad de irme a Los Ángeles a estudiar arte. Con su apoyo y el de mi mamá me fuí, entré al College y estudié arte. A los 21 años me enteré de una beca para estudiar en España y apliqué. Trabajé hasta con los codos para poder irme. Unos días de edecán en el teatro de la Universidad, otros, dando tutorias de inglés a chinos y coreanos y los fines de semana vendiendo palomitas.

Con mis ahorros, dos maletas y todas mis emociones dentro, llegué a Salamanca. Donde viví 6 meses y asistí a veces sin dormir a la Universidad. Entre la fiesta, estudiantes de todo el mundo, tortilla española, mi amiga Diana, el bronceado espectacular y envidiable abdomen de nuestra roomie Milena la brasileña pasé mi primer aventura viviendo lejos de mis padres. Allí conocí gente, lugares y aproveché para viajar con mi mochila por algunos países de Europa. Un año después, volví a hablar con mis papás sobre la idea de irme nuevamente a estudiar a Londres -yo muy vivilla ya había solicitado la beca, antes de quedarme fuera- Mis papás en aquel tiempo vivían desconcertados por mis decisiones y a pesar de que la situación económica no era muy buena, siempre me apoyaron en todo.

Londres, agosto de 2002. Comencé a escribir. Todos los días después de mis clases me sentaba en una banca afuera de la escuela y me ponía a imaginar historias de la gente que pasaba. Hasta que tuve que ponerme a trabajar por las noches en un bar de sushis. La vida es muy cara en Londres -y es cara, así solita nomás, papas y arroz, trasladarte, nada de lujos- por supuesto, mis ahorros no sobrevivieron mas de dos meses, así que me tocaba escuela de día, trabajo de noche, resistencia nivel casi cero.

Cuando volví a Los Ángeles me vino la idea de volver a Guadalajara. En 2003 comienzó a trabajar para la Universidad de Guadalajara en la dirección de promoción y difusión cultural. Dos años después decidí estudiar la licenciatura en letras hispánicas. Y así fue que volví a mi encuentro con la poesía e inicié mi romance con el café. Me hice experta en el arte de comer en "topergüer", salir de la oficina siempre tarde, viajar en el lío de transporte público y escribir ensayos de madrugada. Fue hasta que compré mi primer carrito trabajando horas extras varios años en la producción de espectáculos para la FIL. Por accidente me fui relacionando con el periodismo trabajando en la dirección de comunicación social de uno de los municipios del estado, sin hablarles mucho de mi desventurado paso por el Congreso de Jalisco. En 2010 me metí en el extraordinario embrollo de dirigir y producir mi primer cortometraje documental "El otro lado de la moneda" un rescate de historias de personas que han ido y venido del país, con el objetivo de abordar el tema de los flujos migratorios y sus diversas y, a veces, opuestas perspectivas sobre la situación social, educativa y política de México. Así fue que empezó mi international affair con el cine.

Durante los últimos años viajé por varios estados de la República trabajando para una editorial de revistas turísticas, lejos de la paga lo que me cautivó desde el inicio fue conocer los secretos del México surrealista y escribir mis crónicas de viaje (oigan, no sé a ustedes... pero a mi que me paguen por eso es un trabajo de ensueño), pero también un oficio bastante pesado y que al paso del tiempo terminó por agotarme. Luego de eso, me involucré de lleno en la creación de diversos proyectos culturales en editorial, teatro, cine y televisión como guionista, realizadora y productora en México y Estados Unidos. Y así yendo de Ajijic a Nueva York, Guadalajara- Los Ángeles, patas pa'arriba nuevamente.

Casi marzo, 2014. Ha girado mi vida 180 grados. Conocí a mi esposo en Guadalajara hace un año y ahora vivo con él en el sur de Francia. Sigo escribiendo, pinto a veces (creo que no soy buena... me decepcionó tanto lo último que hice que terminó alimentando la chimenea), tomo algunas fotos para documentar mis historias, aprendo francés, me sumerjo cada día más en el enigmático mundo de la agricultura orgánica, usos y costumbres de los quesos, la cultura del vino y la mafia franco-italiana del aceite de oliva. En mis convergentes y trasnochadas horas trabajo en el guión de mi primer largometraje, soy ama de casa y doy clases de inglés en mi casa para ahorrar mis centavitos y comprarme una nueva cámara.

Al final lo que es, no puede dejar de ser. O mejor dicho: "Árbol que nace torcido, jamás se endereza". En mi caso, todo empezó al revés. Las hojas abajo y las raíces arriba.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Hace como 372 días

Ayer nos fuimos a recolectar espárragos. Qué experiencia tan fascinante poder hacerlo a unos pasos de la casa. Recuerdo con mucha emoción cuando mi esposo era mi amigo y me mandó la foto de un espárrago a mi correo electrónico.

La vida es circulo infinito, lleno de lo que uno mismo genera y conserva. Hace un año estaba en Los Ángeles, sin rumbo, trabajando y confundida. Hoy aquí. Estoy feliz y agradecida porque cada paso y decisión ha sido trascendente en mi camino. Nunca he tenido miedo de arriesgarme por lo que siento. Sigo mi instinto, lucho y creo en lo que quiero.

Soy una mujer libre, que ha caído, pero siempre parada como los gatos. No me equivoqué al imaginarme aquel día en este lugar cortando espárragos. Si tengo siete vidas, que se me acaben a su lado.





lunes, 24 de febrero de 2014

Ya casi se acaba el invierno. 
Empiezan a florecer los duraznos en tierras francesas.


Photo: Angélica Barba

De la serie: Una mexicana en Francia/ Al volante.

Mi primera vez conduciendo un carro por acá, pues les cuento que la cultura vial en Francia es una cosa muy lógica y simple. Hay pocos semáforos, los límites de velocidad son responsables y congruentes, las glorietas están far far away del caos al más puro estilo de "me voy por donde no tengo que ir", pones tu direccional según sea tu rumbo y cedes el paso siempre al peatón y al coche de tu izquierda, en general, se siente uno más seguro de lo que hace y hacen los otros, menos reglas pero mejores. Está chido.


sábado, 22 de febrero de 2014

Limonada Vida.

La felicidad es tan simple a veces,
como cuando el hombre que amas 
te pide que le hagas limonada 
porque le encanta como te queda. 

"Sonrío grande cuando me lo dice y
exprimo los limones con la misma pasión 
que cuando lo abrazo"

La receta tú la conoces,
puedes hacerla también con agua mineral,
endulzarla con lo que quieras, 
pero te sugiero que le agregues una pisca de sal.

Lo demás es cuestión de actitud 
como todo en esta vida. 

Bolsa de limones. (Macarena Fernández) 



viernes, 14 de febrero de 2014

miércoles, 12 de febrero de 2014

Haga la Campbell's: NO LA COMPRE.

Para la crema de champiñones necesitas:

- medio kilo de champiñones frescos
- 1 litro y medio de leche 
- un puñito de perejil
- media cebolla picada 
- 4 cucharadas de mantequilla
- 2 cucharadas de Maizena
- sal y pimienta al gusto 

















Ponte a harcela: 
(queda lista en media hora)


  1. Cuece los champiñones en poca agua sin sal y licúalos con esa agua. 
  2. Derrite la mantequilla en una cacerola a fuego medio y acitrona la cebolla. Luego añade la harina o fécula de maíz y cocínala, moviendo constantemente, hasta que la mezcla hirva poquito y tome un tono amarilloso.
  3. Agrega los champiñones y sigue moviendo, vierte la leche, baja el fuego y sigue moviendo. Incorpora el perejil super picadísimo. Deja que la mezcla hierva durante unos 5 minutos. Por último, sazona con sal y pimienta en el último minuto. 

Go make it! and unfuck the world... 



lunes, 10 de febrero de 2014

De la serie: Notas de una Méxicana en Francia/ Relaciones internacionales México-Francia/ Ausencia, reflexiones y otra palabrería.

Con una taza de café, escuchando un disco de los ochentas, en el rincón más mío de Francia, frente al ordenador me ha caído el veinte de que he pasado a ser Ausencia, quizás desde hace algunos años lo soy, pero hoy beso mi taza y me doy cuenta: ya no hay café y el reloj de la compu marca las nueve de la mañana con ocho minutos (horario de Guadalajara, no le he querido mover por aquello de no enviar mensajes a las 4 am). Disculpas, a veces se me olvida que estoy al otro lado del mundo en la velocidad del tiempo.

No estoy en todas las fiestas de cumpleaños ni en navidad ni en las chelas pendientes ni en la cenita ni en el cafecito. Tampoco en las celebraciones por venir en la que antes era mi casa, donde las canciones valen más que en cualquier lado, ese lugar de la tierra donde sale el sol a todas horas y llueven lágrimas rancheras que se acompañan siempre con tequila. Sitio donde los vagabundos van siempre acompañados. Donde la sangre corre por los caños como deja de hacerlo a veces el agua. Me he perdido el nacimiento de mi nuevo sobrino, la risa de Lola en su azotea. Me hacen falta los ojos de Laura, mi hermano Carlitos y sus travesuras, mi amigo Vidal y no tiene Facebook. Papás fritas con limón, sal y chile, tamarindo, los benditos tamales, las tortillas recien hechas, los elotes y el tejuino. No olvido como era el señor del puesto de periódicos ni mi amistad con los señores que hacen lonches de jamón en la calle de Marsella. Siento una entrañable nostalgia por la gelatina de leche con nuez y el bolillo calientito de la tiendita de la esquina en Santa Tere. Las tortas de Don Charly y el jugo de naranja de mi mamá por las mañanas. Lo he dejado todo. La Ausencia con "H" se ha convertido en una realidad categórica, la más inexorable de todas. Vivo un autoexilio irremediable. Lo siento, te abandoné pero no te olvido. ¡Oh! me persigue la maldición de la tierra, es patética y tan deprimente a veces que me han deportado ya las cansadas noches de absurdos pensamientos. Ha sido, es y seguirá siendo difícil no vivirte México, con todo lo que eres y significas para mi, con todo lo que hay allá y no está aquí. Nada, nada de lo que hay acá puede llenar ese vacío.

Aquí es donde entro de lleno en el tratado internacional conmigo misma: Una reflexión minimalista y apaciguadora -no sé si la palabra existe, pero es sin duda la correcta- con el ritmo lento de estas letras, argumento que amar es el más impetuoso de los verbos. Amar te permite viajar a todos lados, el corazón es capaz de vivir con aromas encerrados y atrapar las calles de tu infancia. Encapsular a todos los que quieres en un lapsus galáctico y jugar en la playa con tus amigos todos los días en la mente, si tú quieres. Aunque estés sola frente a la chimenea tomándote un tecito.

"Como chocolates y bebo todo el vino que llega a mis manos, a veces de manera inexplicable. Es bueno para la salud y sin duda el mejor terapeuta para aguantar los trances de extrañamiento".

Una voz interior me dice doucement: vives, sí, vives tranquila y más sana que nunca, cocinas, haces jabones, vas al baño y al mercado. Y tienes proyectos locochones y armas poco a poco tu casa, escuchas nueva música, hasta puedes ya ver pelis en francés y pedir el pan en la tienda, sonreirle a Rosa (la de la tienda) y entablar una semi-conversación con ella, paseas, conoces lugares, aprendes un poco de mecánica industrial con tu esposo, escuchas atentamente a Georgette y sus crónicas de la guerra en 1940, das clases de inglés, tienes un peludo amigo fiel de cuatro patas y lavas los trastes con agua caliente. Eres feliz. Estás en el sur de Francia; quesos, vinos, nueces de castaña, frutas y verduras de la tierra a tu boca, bicicletas, campos, olivos, aceite, motos, pueblitos, bufanda, guantes, abrigos, cine, crepas, baguetes hum, hum, hum y también muchos franceses. A lo que mis manos responden: mi casa está entre las montañas de los Pirineos Orientales en Francia y el mar mediterráneo, un lugar tocado por los Dioses, es cierto. En este punto ya no sé quién de mis dos "yo" es la que habla, y qué importa, si se rebela como siempre y me expone su punto de vista: "Vaya, tu corazón y mente han encontrado ya el lado amable de la Ausencia, pero ¿y tu cuerpo? ese no se acostumbra tan fácil a estar más cerca de la nieve que del pacífico, ¿verdad?... Para ello hay que beber dosis de paisaje y escritura, quizás también en el otro idioma. Dicen que el verano es más amigable para nosotros los tropicales. Je vais voir. 


Es febrero. Hace frío. Hablo yo. Aquí y allá. Las raíces son alas también. El amor existe a pesar de la distancia y no sólo eso sino que crece como las plantas. Amo apasionadamente a mi México, a mis personas y a mis lugares, estar lejos no son enchiladas, no. Me entusiasma vivir con la idea de volver, cómo tantas veces lo dijo Chente. Y lo haré cuantas veces pueda. Ahora, estoy al otro lado del charco y finalmente creo que he encontrado mi lugar favorito: Mi hogar. Mi cocina. Mis zapatos. Mi amor. La Ausencia me forma de un barro sólido y aquí estoy... en este rinconcito es donde debo estar, aquí adentro es donde habita esa viajera incansable, la mujer que soy desde aquel 7 de octubre.