miércoles, 24 de marzo de 2010

La Gran Apple y el Big Apio



Casi me rapta una señora elegante pero exótica, alta, delgada, sensual. Usa collares de brillantes.
Casi me corta un brazo un pedazo de pizza.
Caminé, fui, vine, remé contra una marea surrealista de emociones.
Trenes, café y miradas fugaces pero interminables.

Casi me toman por sorpresa los acontecimientos.
Por fortuna llevaba mis pastillas de Chiquitolina.

Cocina thai, té verde, escaleras, comics. La tarde, ella. Lola y yo secuestradas.

Me quedé con ganas de leer a Philip Roth en algún bar de Soho.
Me esfumé como el humo de un cigarro por las frías calles de Brooklyn.
Casi me mata un hombre alto, inteligente y atractivo, pero siniestramente despiadado. Su apellido, Apio.


En el episodio Cuatro, en el 144 de la calle Leonard nos escapamos con un tal señor Morgan. Nuevamente, gracias a las pastillas.

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