
Nunca antes había explorado un cuarto menguante. Descubrí que somos el centro de un higo.
Cuarenta y tres grados.
Entre el ámbar de las velas, pensé que quería compartir contigo el diminuto instante en el que mi energía viajaba sobre el periférico de la tierra.
Mi piel vomitaba excesos de pasión vaporosa.
Gemidos, sabores y extremos cadenciosos.
Quise beber de un trago todo lo que veían mis ojos.
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