En casa de mi tía Chely, haciendo la perezosa sobremesa, después de comer unas ricas crepas de pollo con queso (hechas por mi mamá), todas comentaban sobre el nuevo centro comercial Andares, entre la conversación de pronto oí decir a mi prima: "¡ay!, es que son Gucci,¿o eran Luis Vuitton?".
Escucho a lo lejos: cuestan 11 mil pesos. Después de semejante agravio, no pude más que exclamar: ¡qué! (pero de qué manera), fue un ¿QUÉ?. Repiten en coro: ¡nooo!, eso no es nada…hay bolsas de 60 mil. No quise escuchar, caminé hacia la cocina y me serví jugo de naranja.
Cuando volví, escuché a una de mis tías: "¡ay no!, yo no me gastaría tanto dinero en —unos— zapatos, compraría varios…es más, no lo gastaría sólo en zapatos, compraría ropa también".
Comprar unos zapatos carísimos de París o de Nueva York o de Tokio… no, no lo harían, claro que no, quiero pensar que no lo harían, ¿y si los tuvieran?, si todas ellas fueran hijas y esposas de empresarios, banqueros, narcos o políticos…( excluyo a mi tía famosa, —es sólo política y empresaria—, que ya es bastante…), ¿ella gasta su dinero en zapatos?, puede ser…, o en ropa o en camionetas o en casas, sí, creo que en eso gasta ella…
Ninguna de las presentes (ya excluí a mi tía famosa) tenemos 11 mil pesos en la bolsa —ni en otro lado—, pero el hecho de mencionarlo resulta suficiente para considerar que: abro comillas-lo importante no es tenerlos, sino en qué los gastas-cierro comillas.
Sinceramente, no supe qué decir durante un rato. Pero después de unos segundos, hablé: "Con 11 mil pesos, comerían un día cien niños y, no sólo eso, además, tendrían un pantalón, una playera y un par de zapatos que ponerse".
Pero, no, eso no es nada. Hay bolsas de 60 mil pesos.
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